El tiempo se vuelve relativo,
la penumbra se aposenta,
los libros aumentan
y la vida, un reflejo de emociones inexactas,
interpretadas al azar según la luz solar.
La incertidumbre cubre cada percepción,
nublándola y transformándola.
Se relame en el cuerpo,
bombeando al núcleo,
acariciando la epidermis,
y dilatando las pupilas,
como si de un efecto narcótico se tratara.
La excitación por el crecimiento
se contagia por todos los poros
y acabas gozando antes de empezar,
soñando antes de dormir,
deliberando antes de llegar,
y deleitándote en recreaciones ilusorias,
compaginadas con alientos arbitrarios.
La perplejidad irradia por momentos,
sin control y sin intención de ser controlada,
sustenta cada paso diario,
languidece la pereza,
y relega al miedo,
guiando el retiro,
y afianzando la entelequia.
El nuevo caminar devora al viejo
y el tiempo se vuelve relativo,
la penumbra se aposenta
los libros aumentan
y la vida, un sin fin de calamidades,
banalidades y escepticismos irreales.
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