martes, 10 de mayo de 2011

Cajamarca, Sierra de los Andes



Ando por la acera y esquivo un hueco en el piso,
esquivo a una mamacha vendiendo palta,
esquivo un puesto de chocolatinas,
esquivo a un niño con caramelos,
esquivo un cesto con pancitos,
esquivo a un perro durmiendo,
esquivo unos sacos de arroz y papa,
esquivo a una flaca son sombrero de paja.

Bajo de la acera, un hombre durmiendo,
paro y espero a que pasen dos combis y un mototaxi,
cruzo la calle y vuelvo a la acera,
esquivando otro hueco,
esquivo a otra mamacha, ésta con tres pollos,
esquivo a su hermana con una red de cuys,
un hombre grita: "emoliente"; y paro a tomar.

Sigo caminando por la acera, despacio,
una puerta abierta a mi derecha,
tejiendo una mujer en una silla,
luchas en cada una de sus arrugas,
un segundo su mirada marca mi andadura.

Esquivo a una huahuera con su huahua,
acelero el paso y miro mis pies,
decenas de frutas amarillas, rojas, rosas, verdes...
y esquivo una carretilla de melones,
otra de piñas, otra de cerillas...

Esquivo, esquivo y sigo esquivando,
sin darme cuenta que no puedo esquivar nada,

que nada pasa imperturbable,
que todo me marca,

que todo me exalta,

que nada me esquiva.

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