domingo, 23 de enero de 2011





El tiempo se vuelve relativo,

la penumbra se aposenta,

los libros aumentan

y la vida, un reflejo de emociones inexactas,

interpretadas al azar según la luz solar.


La incertidumbre cubre cada percepción,

nublándola y transformándola.

Se relame en el cuerpo,

bombeando al núcleo,

acariciando la epidermis,

y dilatando las pupilas,

como si de un efecto narcótico se tratara.


La excitación por el crecimiento

se contagia por todos los poros

y acabas gozando antes de empezar,

soñando antes de dormir,

deliberando antes de llegar,

y deleitándote en recreaciones ilusorias,

compaginadas con alientos arbitrarios.


La perplejidad irradia por momentos,

sin control y sin intención de ser controlada,

sustenta cada paso diario,

languidece la pereza,

y relega al miedo,

guiando el retiro,

y afianzando la entelequia.


El nuevo caminar devora al viejo

y el tiempo se vuelve relativo,

la penumbra se aposenta

los libros aumentan

y la vida, un sin fin de calamidades,

banalidades y escepticismos irreales.



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